Cuerpo del tamal
De punta a punta del extenso y variado territorio encontramos ejemplos de envoltorios comestibles, ¿pero son todos tamales? Hay un debate al respecto.
Según la maestra Ramírez Woolrich, reconocida formalmente como "tamalóloga" y miembro de Slow Food, la historia del tamal está ligada a la del maíz, por lo tanto, se trata de "un paquete comestible que en alguno de sus componentes tiene la presencia del maíz, ya sea en la masa o en el envoltorio". Bajo esta premisa, hasta el pescado cocinado a las brasas en gruesas capas de hojas de maíz, es un tamal.
Para ella, la idea de envolver la comida se originó de forma muy primitiva a partir del uso de la mano humana como plato, luego las hojas de la naturaleza cumplieron con esta función. Gracias a la versatilidad y abundancia del maíz en casi todas las regiones, se fue afianzando como el contenedor por excelencia, especialmente en las zonas del altiplano; en la costa, la hoja de plátano fue la que ofreció mayores ventajas, específicamente por ser más abundante.
De otra opinión es el chef Ricardo Muñoz Zurita, reconocido escritor gastronómico, autor del Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana (Clío, 2000). Desde su punto de vista, un tamal debe cumplir con cuatro elementos clave: ser un envuelto, llevar masa (no necesariamente de maíz), relleno proteínico y salsa. "Hay que entender que envueltos hay en todo México, pero no todos son tamales. Por ejemplo están los mextlapiques, que son los envoltorios de muchas hojas de maíz con pescado, propios de las hoy extintas zonas lacustres del Distrito Federal; estos también se hacían con renacuajos y ancas de rana. Emparentados están los piques, que se elaboran con conejo, armadillo y otros animales de tierra. Casi con el mismo principio se elaboran en Tabasco los potxes con conejo, res y partes magras del cerdo, aunque en zonas más humildes se hacen con vísceras. La versión de mar son los mones, y ninguno es tamal", aclara.
Comentarios
Publicar un comentario